PISO 18: Un grito de auxilio
Por Carolina Neira Campos
Ya se acercaba la medianoche y me disponía a dormir. Nunca imaginé que sería testigo de un grito de auxilio. De pronto, se escucha un diálogo en voz alta que procedía, al parecer, del patio del condominio. Inicialmente, no me llamó la atención dado que es común escuchar lo que pasa en el exterior de la torre. Seguí con mis quehaceres y se volvió a escuchar el grito. Esta vez entre las palabras que no se entendían, surgió un «¡ayuda!». Rápidamente, me acerqué a la ventana sin poder ver nada. El grito se repitió y corrí a la ventana del baño para tener otra perspectiva y presencié una pesadilla en mil dimensiones.
Sin esperarlo, las tres torres que colindan eran testigos del más angustioso escenario. Una mujer pidiendo ayuda desde un balcón, al parecer, en medio de una discusión con su pareja. Muchos vecinos intentaban disuadirlos. Algunos preguntaban a gritos desde qué piso se necesitaba ayuda. La primera vez se escuchó una respuesta que no se pudo entender, dado que tendría tapada la boca. Luego se escuchó claramente: ¡Piso 18!
AUXILIO con mayúsculas.
Al ver las estadísticas, Chile es el segundo país con la tasa más alta de suicidios entre los 35 países que conforman la OCDE. Sólo es superado por Corea del Sur. A pesar, de los esfuerzos del Ministerio de Salud, la tasa de suicidios aumenta cada año. El programa consideró planes regionales y fortalecimiento de las competencias de los profesionales de la salud. Además, incluyó programas preventivos en establecimientos educacionales y un refuerzo en el papel de los medios de comunicación. Pero todo eso ha sido en vano. No podemos cerrar los ojos ante esta situación. Es una realidad desde la más tierna adolescencia.
Un auxilio, una solución.
Cada vez es más habitual escuchar de algún conocido que no tiene ánimo de vivir. Otros, no encuentran más solución que la puerta falsa: el suicidio. Todo esto entristece demasiado. No obstante, conocemos a Uno que tiene la salida:
«Yo soy la puerta – dice Jesús – los que entren a través de mí serán salvos. Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos.» (Juan 10.9)
Mientras tanto el salmista declara lo siguiente:
«Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.» (Salmo 46.1)
¿A quién miramos?
Hay una realidad y debemos tomar decisiones. Cuando los apóstoles estaban en una barca, comenzó una tormenta que incluso a ellos, experimentados pescadores, atemorizó. Sus ojos se enfocaron en las grandes y amenazantes olas. Jesús iba con ellos, pero sólo tuvieron palabras de enojo hacia él: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?», gritaron. (Marcos 4.38). Jesús estaba tranquilo y calmó la tempestad.
En algunas ocasiones, nos acordamos de Dios cuando las cosas andan mal y tendemos a enojarnos contra él. Pero, la realidad es que él ha querido ayudarnos y nosotros le hemos dado la espalda. No debemos mirar la tormenta, sino invitar a Jesús a «nuestra barca» y enfocarnos en él.
Experiencia del rey David
El rey David, fue amigo de Dios, no obstante, sufrió tristezas tan profundas que sentía que su alma se secaba. A pesar de todo ello, Dios lo levantó y le dio cántico nuevo y dijo:
«Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo y pusieron su confianza en el Señor. Dichoso el que pone su confianza en el Señor y no recurre a los idólatras ni a los que adoran dioses falsos.» Salmo 40.1-4
El SEÑOR está cerca de todos los que le invocan, de todos los que le invocan en verdad. (Salmo 145.18)
A ti he clamado, SEÑOR; dije: Tú eres mi refugio, mi porción en la tierra de los vivientes. (Salmo 142.5)
Experiencia del pueblo de Israel
Los israelitas estaban rodeados de montes. En cada uno de ellos habían estatuas de dioses. Pero los peregrinos que subían a Jerusalén, dijeron:
«Levanto la vista hacia las montañas, ¿viene de allí mi ayuda? ¡Mi ayuda viene del Señor, quien hizo el cielo y la tierra!» (Salmo 121.1-2)
Reconocieron que las estatuas no podrían ayudarlos, sino que sólo Dios.
Experiencia de San Pablo
Podríamos pensar que el apóstol Pablo tenía toda su vida resuelta y que las dificultades estaban lejos de él. También pidió auxilio y sabiamente se enfocó en las cosas trascendentes:
«Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre.» (2 Corintios 4.18)
Tú, en la actualidad
Tal vez, te encuentras en el piso 18 de tu vida. Puede ser que no encuentres más puertas que te inviten a una solución. Quizás, has esperado mucho para que la tormenta se detenga. Pero hoy es el día de parar y acudir donde el que ha prometido ser tu amigo. No dudes más y toma una decisión.
«El nombre del SEÑOR es torre fuerte, a ella corre el justo y está a salvo.» (Proverbios 18.10)
Puedes hacer la siguiente oración:
Padre, he estado lejos de ti. De hecho no te conozco. Pero quiero comenzar a caminar mi vida contigo. Si has prometido que no me dejarás, sólo quiero fijar mis ojos en ti. Dame aliento. Dame propósito. Sé la puerta de escape que necesito y calma mis tormentas. Amén.
Algunos versículos sobre dónde debemos enfocar nuestra mirada.
«…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús…» (Hebreos 12.1-2)
«Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra.» (Colosenses 3.2)
«Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino.» (Salmo 119.105)
«No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así 14 avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.» (Filipenses 3.13-14)
«Levanten la mirada a los cielos. ¿Quién creó todas las estrellas? Él las hace salir como un ejército, una tras otra,
y llama a cada una por su nombre. A causa de su gran poder y su incomparable fuerza, no se pierde ni una de ellas.» (Isaías 40.26)
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