¿LIBRE?
Por Carolina Neira Campos
«Todo me está permitido, pero no todo me conviene. Todo me está permitido pero no me dejaré dominar por nada» 1° Corintios 6.12
La libertad es un concepto que ha salido con mucha fuerza a la palestra socio-política últimamente, y como cristiana me pregunto: ¿Somos realmente libres?
En Chile, nuestro Carta Fundamental expone dentro de sus primeras líneas que «las personas nacen libres e iguales en dignidad y derecho» (Constitución chilena, capítulo I, artículo 1°). Libertad también es una divisa que fue proclamada durante la Revolución Francesa y que se consolidó más tarde en las páginas de la Constitución franca. Jean-Paul Sartre defendió la idea que el ser humano está «condenado» a ser libre y acuñó la frase «tu libertad termina cuando comienza la de los demás». La Real Academia de la Lengua nos orienta – un poco – y define libres como quien tiene la facultad de obrar o no obrar, que no está preso o esclavo.
Luego de todas estas voces, puedo responder ¿qué es la libertad? Si soy libre, ¿puedo hacer lo que quiera?
Sigo buscando y encuentro las tesis de Martín Lutero al respecto, donde propone una ruptura frente a lo que establecía la Iglesia Católica de entonces, donde se atribuía el derecho de decidir por las personas lo que podían o no podían hacer. Una de sus declaraciones fue: «El cristiano es libre señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie. El cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos». Otra de ellas, propone que el ser precede a las acciones, es decir, somos algo y eso nos lleva a actuar de cierta manera (Libertad Cristiana, M. Lutero, 1520).
Empiezo a acercarme tibiamente a alguna concepción de la libertad, pero he optado por acudir a la Carta Funda-mental de Cristo, donde me aclara no tan solo el concepto, sino también el principio eterno de esta revelación.
Me encanta ver cómo Dios se preocupó de mostrarnos esta verdad, con suavidad pero con firmeza.
1. Liberadas para bendecir
Cuando Pablo le escribe a los gálatas, los anima a perseguir esta libertad a la cual habían sido llamados, considerando que todo está permitido. El propósito de Dios es que seamos libres, alejados de cautividad, pero esta verdad no está completa si no decimos que esta condición no se enfoca en nosotras mismas, sino en los demás. «Usen la libertad para servirse unos a otros por amor» (Gálatas 5.13), con cuidado de que nuestra libertad no haga tropezar a otros (1 Corintios 8.9), no preocupándonos por nuestro propio bien, sino el de los demás (1 Corintios 10.24). Por amor somos libres, pero debemos vivir libres para amar a otros.
2. Ideadas como piedras vivas
Martín Lutero escribe las tesis de Libertad Cristiana en reacción a la subyugación de la iglesia predominante. Estas declaraciones no resultaron del todo bien. Lamentablemente, los campesinos de la época entendieron el mensaje como una consigna emancipadora, rebelán-dose en contra de sus amos y confundiendo la esencia de los dichos de Lutero. ¿Libres pero esclavos? ¿Cómo podemos entender tal contradicción? El apóstol Pedro confirma este postulado
declarando la libertad de todos pero, a su vez, la total dependencia de Dios (1 Pedro 2.16). Si sólo nos quedamos con la primera parte, haríamos lo mismo que los campesinos, dejarnos llevar por nuestro corazón egoísta y perverso (Jeremías 17.9), teniendo excusas para hacer lo malo (1 Pedro 2.16). El principio de Dios es darse en amor y eso espera de nosotras. Somos piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual (1 Pedro 2.5) y debemos sujetarnos al constructor para que Él nos enseñe cómo actuar (Filipenses 2.13).
3. Basadas en la Verdad
A veces el concepto de libertad nos parece algo etéreo y difícil de sujetar. Pero cuando recurrimos a la Biblia, este escurridiza palabra recobra mayor fundamento. Al poner atención a la Palabra de Dios, conoceremos lo que Dios piensa de nosotras y lo que su corazón anhela. Acercarnos a Jesús, es acercarnos a la Verdad (Juan 8.31-32). La Verdad es luz que disipa las mentiras que nos atan. Sólo esta Verdad nos garantiza libertad. Podemos caminar confiadamente en libertad si nuestros pasos persiguen la voluntad del Padre (Salmo 119.45; Santiago 1.25)
4. Redimidas por gracia
Cuando leo las cartas de Pablo me asombro de tanta revelación. Aunque nuestro anhelo sea permanecer en la voluntad de Dios, nuestra naturaleza nos lleva hacia otros lados. ¡Quién nos librará de esta esencia! (Romanos 7.24) La buena noticia es que el Espíritu que da vida, nos ha liberado (Romanos 8.1-2). No basta obedecer los estatutos, pues somos prisioneros del pecado, así que recibimos la promesa de libertad que Dios hizo únicamente por creer en Jesucristo (Gálatas 3.21-22). Pero la gracia no será excusa para apartarme de sus pisadas (Romanos 6.15) sino aunque todo nos está permitido, no debemos ser esclavas de nada (1 Corintios 6.12; Gálatas 5.1).
5. Enviadas para liberar
La profecía fue cumplida. Jesús era quien vendría a liberar a los cautivos (Isaías 61.1; Lucas 4.18-19) y si Él libera, seremos realmente libres (Juan 8.36). Pero el mismo Jesús nos dijo que cosas mayores que esas haríamos (Juan 14.12).
Si ya somos libres (por gracia) , Jesús nos ha dado el poder y la autoridad (Mateo 16.18; Hechos 1.8; Lucas 9.1) y Él mismo nos dio ejemplo (Juan 13.15-17), entonces sólo nos resta ir y hacer lo mismo. Debemos tener un corazón compasivo y traer el Reino a quienes aún viven prisioneros de sus mentiras y lejos del amor bondadoso del Padre. ¿Vives como esclava? Busca a Dios. ¿Eres libre? Proclama libertad.