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EL DESEO DE SER MADRE

Por Carolina Neira Campos

De niña soñaba con el momento de tener en brazos a una pequeña criatura que pueda llamar su hijo o su hija. Se imaginaba eligiendo sus ropas, jugando con ellos y corrigiéndolos cuando hablaran mal. Soñaba con lo idílico de ese momento.
Cuando por fin dijo «Si» y se unió en matrimonio con «el hombre de su vida», nada más pasaba por su mente que un pronto embarazo. Hasta compró un par de calcetines de bebé para sorprender a su marido cuando tuviera que darle la noticia. Pero ese regalo tuvo que esperar.
Casi cuatro años pasaron sin novedad de la llegada de un bebé. La situación era bastante triste y se sentía desanimada, por lo cual decidieron acudir al médico para averiguar qué pasaba.
Luego de exámenes y conocer un diagnóstico que impediría ser madre, el médico la declara estéril y le explica que podría acceder a dos opciones: fecundidad asistida, donde la mayoría de las veces se producían embarazos múltiples; o, la adopción.
Así comenzó a conocer más sobre esta última alternativa y sin que nadie supiera recorrió hogares de infantes para ver quién podría ser su bebé. Se sintió profundamente enamorada de ellos, los hubiese adoptado a todos.
Pero la historia tenía otro capítulo que relatar y cambió por completo el final.

Una mañana, su cuerpo le avisaba que algo extraño sucedía. No sabía ni entendía qué podría ser. Una vez más recurrió a un test de embarazo, de esos que había hecho por montones en los años anteriores. Pero a diferencia de esas ocasiones, esta vez el resultado fue positivo. No había mejor noticia en el mundo ni otra cosa más importante que saber que sería madre. Ya quería tomar en brazos a esa pequeña criatura que se estaba formando en el silencio de su vientre. Los días y los meses pasaban tan lentos parecían jugar en su contra. Pero aquel lunes llegó y su cuerpo le avisaba que era el momento preciso. En la clínica disfrutó cada momento. Todo fue armonioso y por fin tenía en su regazo a su pequeña remolino… su milagro… su princesa.
Todo era mágico con ella. Fue amada por todos quienes la conocían. La estéril había dado a luz.
Pasaron algunos meses y decidió hacerse unos exámenes de rutina. Lo que el médico le contaría no estaba ni en sus mejores sueños: estaba embarazada otra vez!!
Era insólito, para nada esperado pero resultó ser el anuncio que completaría su estado de felicidad. Pronto llegaría su segundo hijo.
La noticia fue un revuelo familiar y todos esperaban conocer al segundo milagro en un año.

La llegada del hijo hizo que la historia se volviera perfecta. Crecían juntos, como amigos, se acompañaban, hacían maldades confabulados, aprendieron muchas cosas uno al lado del otro.
Un tercer embarazo era parte de esas cosas misteriosas de Dios que simplemente no te detienes a entender, solo las recibes.
Pero este tercer integrante no tuvo las fuerzas para resistir y acompañarles en esta aventura llamada vida y dentro de la barriga de su madre lanzó un beso y se marchó.

Cuando queremos entender los misterios de Dios, nuestra mente queda asombrada de lo limitada que es y de lo complejo que termina siendo encuadrar a Dios en nuestros formatos humanos e imperfectos.
Sus tiempos, sus razones, sus propósitos nos superan y aunque creemos que nuestros mejores deseos tienen mucho sentido para nuestras vidas, debemos considerar lo que Él tiene pensado para nosotras. Con el tiempo te sorprenderás de la sabiduría del Padre y comprenderás lo amada que eres por Él.

SALMO 127
Si el Señor no construye la casa,
el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo.
Si el Señor no protege la ciudad,
protegerla con guardias no sirve para nada.
Es inútil que te esfuerces tanto,
desde la mañana temprano hasta tarde en la noche,
y te preocupes por conseguir alimento;
porque Dios da descanso a sus amados.
Los hijos son un regalo del Señor;
son una recompensa de su parte.
Los hijos que le nacen a un hombre joven
son como flechas en manos de un guerrero.
¡Qué feliz es el hombre que tiene su aljaba llena de ellos!
No pasará vergüenza cuando enfrente a sus acusadores en las puertas de la ciudad.

Soy madre de Bárbara y Cristian, ingeniera y docente universitaria. Amo la música, escribir y estar en contacto con otras mujeres. Pero por sobre todo, soy una mujer restaurada que ha conocido el amor incondicional del Padre y quisiera compartirlo con ustedes.